La Villa de la Seda (Serie La Villa de la Seda 1) by Tabea Bach

La Villa de la Seda (Serie La Villa de la Seda 1) by Tabea Bach

autor:Tabea Bach
La lengua: spa
Format: epub
editor: Editorial Planeta
publicado: 2021-08-03T09:10:02+00:00


—Así que ¿la materia prima la obtenéis de un solo proveedor? —preguntó Angela quitándose las gafas de leer.

Con la ayuda de Gianni, Benny y Nico había conseguido vaciar la estancia que quedaba junto a la tienda de todos los trastos que se habían ido acumulando con el paso del tiempo. Solo habían dejado una mesa grande y sólida, y unas cuantas sillas, de manera que la habitación pudiera servir como lugar de trabajo improvisado gracias a un simple portátil y una impresora que Nico consiguió para ella.

En esos momentos estaba sentada a la mesa, con el archivador abierto, repleto de facturas, listas escritas a mano y correspondencia variada. Fioretta siempre lo había guardado en las profundidades insondables del anaquel que quedaba tras el mostrador de la tienda.

—Sí —respondió Fioretta, que estaba sentada a su lado y con sus hábiles dedos cosía el dobladillo de una estola recién salida del telar. Angela se la quedó mirando un momento, fascinada por cómo la joven iba envolviendo con hilo pequeños haces de unas diez hebras de la urdimbre, y luego los cosía con delicadas puntadas al extremo del tejido para que no se deshilachara de nuevo—. Desde hace tres años se lo encargamos siempre a Savori, de Mestre —prosiguió la joven—. Hemos tenido otros proveedores, pero la calidad no era suficiente. Orsolina se negaba a tintar género barato, se quejaba de que el resultado no era bueno. Y a mi madre se le rompían los hilos con tanta frecuencia que en una ocasión estuvo a punto de rompérsele la rueda de la bobina.

Fioretta levantó la cabeza de un respingo al oír el sonido súbito de una potente bocina. Un autocar de turistas acababa de llegar a la Piazza della Libertà.

—Clienti! —exclamó Fioretta con alegría, y enseguida fue a abrir la tienda—. Veamos a quién nos trae Luca hoy.

Angela siguió tomando notas y apuntando cifras en un archivo de Excel. Y así transcurrió la mañana. Desde hacía años nadie se había encargado de llevar la contabilidad exacta de los gastos e ingresos, como tampoco se había calculado la cantidad de trabajo de las tejedoras. Se habían limitado a guardar los papeles en archivadores, a pagar las facturas con los ingresos y listo; al término de cada mes se repartían lo poco que quedaba en la caja. Así de aventurada había sido la cosa.

Desde la sala contigua empezaron a llegar unas voces animadas, y Angela tuvo la esperanza de que las turistas compraran muchos artículos. Empezó a revisar las listas que había ido elaborando durante los últimos días. Entretanto ya se había informado acerca de lo que le costaría pagar la seguridad social de las tejedoras. No tenía muy claro que la tejeduría pudiera generar muchos beneficios, si bien, por supuesto, tampoco se había propuesto hacerse rica con el negocio, aunque sí tenía que asegurarse un modo de vida. Los seis meses siguientes podría pasar sin problemas gracias a la hospitalidad de Tess, pero luego tenía que conseguir que el negocio fuera mínimamente rentable.

Angela repasó una vez más las cuentas de la adquisición de la seda.



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